La motocicleta tiene muchas
ventajas pero tiene algunos problemas como su convivencia con los otros modos
de desplazamiento y su especial vulnerabilidad.
Sobre la convivencia con los
otros modos de desplazamiento es bueno recordar que mientras el transporte
público, el automóvil y la bicicleta tienen sus carriles reservados y el peatón
tiene su espacio en la aceras, las motocicletas no disponen de un espacio
propio y tiene que compartirlo con los otros modos, lo que motiva que todos
hablen mal de las motocicletas y que no se les de la importancia que tienen y
merecen desde las administraciones.
Y pensando en el futuro habrá
que tener en cuenta que la consolidación del comercio electrónico en nuestro
país con un crecimiento anual del 20% otorga un espacial protagonismo a las
motocicletas en el reparto final a domicilio que es un problema emergente.
En relación con la seguridad
basta señalar que en el año 2016 se contabilizaron en España 343 motociclistas
fallecidos, un 4,2% más que en el año anterior y, sobre todo, conviene no
olvidar que el 80% de los motociclistas heridos se producen en las ciudades, aunque
es cierto que los fallecidos son en las carreteras por razones de la velocidad.
Aquí y ahora surge la pregunta
¿qué podemos hacer?
Primero deberíamos tener claro
lo que no debemos hacer, que es buscar culpables en lugar de buscar soluciones
y evitar , hasta donde sea posible, la salida fácil de prohibir y aumentar las
sanciones o las penas.
El manual aconseja poner los
datos sobre la mesa, reunirse y reflexionar conjuntamente con los
representantes de los motoristas porque ellos son los que mejor conocen sus
problemas y porque son los que ponen las víctimas. En las grandes ciudades y en
las administraciones responsables de la seguridad vial ya es habitual la figura
del responsable de la motocicleta que siempre es un funcionario usuario de la
moto y garantiza una relación fluida y constructiva con los motoristas.
En la formación para sacarse el
permiso de conducir, tanto para las cuatro ruedas como para las dos ruedas,
habrá que plantearse unas horas presenciales de seguridad vial que ahora no
existen y es una asignatura pendiente.
A los conductores con tres años
de antigüedad en el permiso B, que les habilita a llevar motos de hasta 125
c.c. habrá que ofrecerles un curso voluntario para sensibilizarles sobre el
manejo y los riesgos de la motocicleta y también existen unos cursos de
conducción segura de motocicletas consolidados en los últimos años como una
buena práctica que convendría incentivar con 3 o 4 puntos para el permiso por
puntos.
En Francia acaban de hacer
obligatorio el uso de guantes para los motoristas como una forma de recordar la
importancia del equipamiento adecuado para la seguridad de los desplazamientos
en moto. Convendría tomar nota, al menos para la carretera.
Ninguna de estas medidas
resolverá por si sola el problema de la siniestralidad de los motoristas, pero
todas juntas pueden permitir abrir el debate y elaborar una estrategia con
perspectivas de futuro para mejorar la seguridad de nuestros motoristas. Este
es el reto.
Pere Navarro Olivella
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